El duelo, reacción adaptativa normal ante la pérdida de un ser querido, es un acontecimiento vital estresante de primera magnitud. La muerte del cónyuge, es quizás la situación más estresante por la que puede pasar una persona. “Tierras de Sombras”, muestra la vida del escritor irlandés C.S. Lewis y su relación con la poetisa norteamericana Helen Joy Davidman, hasta el fallecimiento de ésta por un cáncer óseo. A través de preciosas imágenes ofrece una sugestiva mirada al dolor que comporta la entrega al amor.

Título: Tierras de Sombras.
Título original: Shadowlands.
País: Gran Bretaña.
Año: 1993.
Director: Richard Attenborough.
Música: George Fenton.
Guión: William Nicholson.
Intérpretes: Anthony Hopkins, Debra Winger, Joseph Mazzello, Edward Hardwicke, John Wood, Michael Dennison, James Frain, Robert Flemyng, Roddy Maude-Roxby y Andrew Hawkins.
Color: color.
Duración: 131 minutos.
Género: biografía, drama.
Sinopsis: biopic sobre los escritores C.S. Lewis y Helen Joy Davidman entre los años 1952 y 1960.
Premios: Nominada al Oscar a la Mejor Actriz (Debra Winger) y al Mejor Guión Adaptado (1993).

**La película.
Tierras de penumbra/ Shadowlands (1993) de Richard Attenborough presenta una historia de amor, la protagonizada en los años cincuenta del pasado siglo por C.S. Lewis (Anthony Hopkins) y Helen Joy Davidman (Debra Winger).
Clive Staples Lewis (1898-1963) conocido universalmente como C.S. Lewis, por los amigos como Jack y en la película por Jack Lewis fue profesor de literatura de Oxford y un gran escritor. Aunque nació en Belfast en el seno de una familia católica durante un largo periodo de su vida fue ateo volviendo más tarde al cristianismo aunque dentro de la iglesia anglicana y convirtiéndose en un gran apologista de la fe.
Helen Joy Davidman Gresham Lewis (1915-1960) fue una escritora y poetisa norteamericana de origen judío, comunista y como Lewis también atea, se convirtió al cristianismo por la influencia de las obras de éste.
La película que se refiere en esta nota, es un remake de la realizada para la televisión, con el mismo título y guionista, “Shadowlands”, en 1985 y que fue dirigida por Norman Stone.
Tras varios años de relación epistolar Joy visita a Lewis en 1952 y al año siguiente tras divorciarse del también escritor William Lindsay Gresham se instala definitivamente en Inglaterra con sus dos hijos David y Douglas Gresham, en la película solo aparece el último. La cinta presenta también otras imprecisiones históricas.
La relación entre Joy y Lewis se intensificó al trasladarse ella a vivir a Londres, pero sin salirse de los límites de una amistad puramente intelectual. En 1956 a Joy se le diagnostica un cáncer óseo, tras una mejoría momentánea recae y muere. En este ínterin se enamoran, se casan en el hospital y en la mejoría hacen un viaje a Hertfordshire. En la realidad fueron de viaje a Grecia.
La película presenta a Lewis como un profesor cauteloso que vive "encerrado en la cárcel de sí mismo", lee profusamente "para saber que no está solo" y organiza su vida privada para que nadie pueda tocarla. Porque sabe que la alegría de amar de verdad pasa de un modo u otro por saborear también el regusto amargo del dolor. Lewis en aquellos años era muy popular en el ambiente académico de Oxford, consideró y vivió la amistad como “uno de los platos fuertes en el banquete de la vida”. Era considerado un gran educador y novelista de éxito, sobre todo a través de la saga de literatura infantil “Las crónicas de Narnia”. Pero en esta película Attenborough presenta a fondo a Lewis, su encuentro gozoso y trágico a la vez, con el amor y la muerte. En efecto, esa supuesta soledad de Lewis se ve trágicamente rota por su relación con Joy Gresham, que, a diferencia de él, es pura vitalidad. En un principio, la muerte de Joy hizo tambalearse sus profundas convicciones, sin embargo, el choque con el sufrimiento le servirá finalmente para madurar. Él ya sabía la teoría. De hecho en 1947 había escrito un libro “El problema del dolor”. A lo largo del film, se ve a Lewis desarrollar en conferencias dos ideas clave en torno al dolor, que "el sufrimiento es el cincel que Dios emplea para perfeccionar al hombre" y defiende que es precisamente el sufrimiento el que "nos lanza al mundo de los demás". Pero será al sentir en propia carne el dolor por la muerte de un ser amado cuando comprenda el verdadero alcance de sus afirmaciones.
**El Cine y la Medicina.
Durante el siglo XX la Medicina avanzó más que en toda la historia precedente de la humanidad, generó un aumento de la esperanza de vida de tal forma que la cronicidad se presentó como una realidad importante en la actividad asistencial, donde la Medicina Paliativa tiene su razón de ser y desarrollo.
Las Unidades Básicas (Médico de Familia y el Diplomado Universitario en Enfermería) de los Equipos de Atención Primaria, son elementos del sistema de salud privilegiados porque pueden asistir a los pacientes en las diferentes fases de su desarrollo vital. La confianza que éstos depositan en sus Médicos y Enfermeras a lo largo de su vida, la apertura a la intimidad familiar a través de las visitas domiciliarias, facilita un conocimiento interpersonal y supone un soporte terapéutico. Donde se estrechan estos vínculos de una manera muy viva es en la fase terminal de la enfermedad. Pues la atención paliativa refuerza que no asistimos a una enfermedad sino a un paciente con enfermedad terminal y a su entorno familiar. Esta etapa final de la vida de nuestros pacientes, genera un gran enriquecimiento personal a los profesionales que les atendemos y facilita una mejor comprensión para las futuras atenciones, haciéndolas más humanas.
El Síndrome Terminal de enfermedad se presenta como el estado evolutivo final de las enfermedades crónicas progresivas. Los principios generales que están presentes en el ejercicio de la atención a los enfermos en fase terminal, son los mismos que gobiernan una buena práctica profesional. Pero que adquieren una especial significación en el contexto de la enfermedad terminal. Si toda situación humana requiere cuidado, la fase terminal, el dolor total, lo exige más que ningún otro. Es una oportunidad única para profundizar en las raíces de lo más humano del hombre. La observación del enfermo, ha sido el primer medio que la Medicina ha tenido de conocer las enfermedades. Nada podrá reemplazar la enseñanza por los mismos enfermos.
El cine es la gran potencia educadora de nuestro tiempo. El primer plano ha sido una de las grandes innovaciones estéticas y humanas del cine. Porque en la vida real es un infrecuente privilegio y el cine lo ha hecho habitual y comunicable, ha descubierto sus posibilidades que antes quedaban limitadas a la reducida experiencia personal. Pero en la Medicina Paliativa este “infrecuente privilegio”, no lo es tal pues se hace frecuente.
Los profesionales médicos formamos parte de la terapéutica del paciente por nuestra actitud positiva, compromiso de no abandono, disponibilidad y ofrecimiento de cuidados de cuidado y calma. Esta estrecha relación con el enfermo y su familia nos hace privilegiados en primer plano. Pues les acompañamos a nuestros pacientes hasta la muerte. Compartimos su biografía, irrepetible en primera persona, y con ella su intimidad. Aprendemos de ellos tantas cosas que se convierten en referentes para otros pacientes.
** Los aportes del cine
El cine ha hecho posible la visión del mundo lejano, ha aproximado a los hombres de cualquier parte del planeta, haciendo que eso, el mundo, exista como algo compartido, fruto de la co-creación entre las culturas. Ha logrado la visión del entorno próximo, inmediato en sus detalles, ha prodigado la concreción, antes reservada a un reducido repertorio de experiencias reales. Pero probablemente lo más innovador y decisivo que ha aportado el cine es la relación del espectador con personajes.
El cine introduce en “historias”, lleva a pensarlas, revivirlas, a empatizar con los personajes, a entender su lógica interna, sus alternativas y esa experiencia de vida ofrece luz para comprender desde el propio descubrimiento la realidad en la que se vive.
El cine se apodera de la literatura, la absorbe e incorpora, la recrea. En Tierras de penumbra escuchamos y visualizamos el pensamiento del escritor C.S. Lewis. Dice Julián Marías, que aterra pensar lo que sería el mundo actual, sometido a tantas diversas presiones manipuladoras, si no existiera el cine. El cual recuerda al hombre lo más verdadero de su realidad, mientras lo presenta en su acontecer. Y de este modo le obliga a ver, imaginar, proyectar, tener presente, la ilimitada diversidad de la vida y la necesidad de elegir entre las trayectorias abiertas.
**El cine como recurso educativo.
No es excesivo decir que el cine es el instrumento por excelencia de la educación de los afectos en nuestro tiempo. Para asistir como médicos, de una manera correcta a nuestros pacientes, necesitamos incorporar una perspectiva antropológica de la enfermedad que nos permita comprender al paciente en su enfermar concreto. Y como las Ciencias de la Salud son primordialmente prácticas, deberá ser la nuestra una antropología activa que se aplique en forma efectiva en nuestra actividad clínica. Humanismo y Antropología no son para nosotros un apéndice cultural o complemento interesante de nuestra formación académica, sino una perspectiva necesaria para ejercer con eficacia nuestra profesión, fuente de conocimiento, y base para adoptar una postura sobre la cual construir nuestra identidad profesional. Todos los recursos que los profesionales de la Salud podemos disponer, humanismo y técnica, ciencia positiva y arte, son caminos complementarios del instrumental diagnóstico y terapéutico del hacer profesional. Aprender a integrar el progreso científico en un contexto humanista para colocarlo al servicio del enfermo sería el núcleo de este proceso, verdadero regreso al origen, asimilando el presente saturado de utilísima tecnología. La Filosofía, la Medicina y el Cine se unen, enseñándonos a saber ver, al mostrar el drama humano del enfermar y del morir, contribuyendo al conocimiento de las personas, al desarrollo de la sensibilidad (capacidad de observación y de percepción), de la capacidad cognitiva (asociación de ideas, reflexiones, nuevas formas de pensamiento) y de la dimensión expresiva (exteriorización de sentimientos y emociones). Apelar a los buenos sentimientos, a la emoción, ha sido un recurso para que muchas películas ganen en humanidad. Una de las características básicas que nos diferencian a los humanos del mundo animal, es la sensibilidad, la capacidad de hacer el bien, de sentir compasión, de emocionarnos. Así, el cine se convierte en instrumento educativo de primera categoría. En definitiva el buen cine es un arte humanizante, medio de mostrar realidad y significados, enriquecedora de humanidad.
¿Qué enseñan los personajes de la película referida a los profesionales médicos?.
Se puede decir con Lewis, que las pérdidas forman parte del proceso de la vida, como la primavera sigue al invierno. El duelo como proceso del vivir, enfermar, y morir y siempre vivir. Vivimos en tierras de penumbras, pero siempre hay luz en la oscuridad.
Richard Attenborough presenta este “biopic” sobre el escritor irlandés como un encuentro gozoso y trágico del hombre con la vida y la muerte. El tema del dolor centra la película. Muestra el acontecer hasta la muerte de la mujer amada y cuenta el testimonio escrito de su duelo en su obra “Una pena en observación”.
La primera parte de la película describe el encuentro de dos personas con trayectorias vitales muy diferentes, sobre todo a la hora de enfrentarse a las "pérdidas" que se producen a lo largo de la vida.
La película presenta a Lewis como un profesor cauteloso que vive "encerrado en la cárcel de sí mismo", lee profusamente "para saber que no está solo" y organiza su vida privada para que nadie pueda tocarla. A pesar de sus encendidas proclamas, tiene miedo a darse del todo a los demás, a dejarse llevar por las emociones o las pasiones humanas, aunque sean nobles. Porque sabe que la alegría de amar de verdad pasa de un modo u otro por saborear también el gusto amargo del dolor. La felicidad eterna sólo se experimenta cuando lo que más deseas no está a tu alcance.”Dios nos susurra en nuestros placeres, nos habla en nuestra conciencia pero nos grita en nuestros dolores”.
La impronta temprana, a los 9 años, del fallecimiento de su madre, le lleva a la “seguridad” a “protegerse de las pérdidas”. Escribe sobre el dolor en 1940 y manifiesta que escribe con el único propósito de resolver el problema intelectual suscitado por el sufrimiento...”Nada tengo que ofrecer a mis lectores, pues, sino mi convicción de que, cuando llega el momento de sufrir el dolor, ayuda más un poco de valor que un conocimiento abundante; algo de compasión humana más que un gran valor; y la más leve tintura de amor de Dios más que ninguna otra cosa.Escribo, por supuesto, como laico de la Iglesia de Inglaterra, pero he intentado no dar por sentado nada que no sea profesado por los cristianos bautizados y en comunión y le vemos en la película dar conferencias sobre el dolor y el sufrimiento a los maestros cristianos, desarrollando dos ideas claves el sufrimiento es el cincel que Dios emplea para perfeccionar al hombre y defiende que es el sufrimiento el que nos lanza al mundo de los demás”. Pero será, al sentir en propia carne el dolor por la muerte de un ser amado, cuando Lewis comprenda el verdadero alcance de sus afirmaciones.
C.S. Lewis en aquellos años, participaba en una animada tertulia de escritores del mundo académico de Oxford y consideró y vivió la amistad como uno de las cosas más apreciables de la vida.
Pero en esta película, Attenborough muestra a fondo su encuentro, gozoso y trágico a la vez, con el amor y la muerte. En efecto, esa supuesta soledad de Lewis se ve dolorosamente quebrada en su relación con Joy Gresham, que, a diferencia de él, es pura vitalidad. En un principio, la muerte de Joy hizo tambalear sus profundas convicciones, sin embargo, el choque con el sufrimiento le servirá finalmente para madurar. Era muy difícil abarcar plenamente la rica personalidad de Lewis, pero su talla humana e intelectual queda patente en la película. En este sentido la sutilísima y contenida caracterización de Anthony Hopkins resulta magistral; como lo es también la de Debra Winger, que le valió la nominación al Oscar a la mejor actriz.
La compleja puesta en escena, de ritmo apacible, permite una sólida definición de caracteres y ambientes. Además, Attenborough, evita con precisión la tendencia hacia el exceso quizá propio de esta historia. Tratando siempre que la reflexión serene, controle el desborde, el sentimentalismo fácil o el melodrama. La belleza formal de esta película es un reflejo de una profunda verdad: la que se refiere a la dignidad, la trascendencia y la capacidad de amor, solidaridad y sacrificio del ser humano.
El personaje de Joy muestra la experiencia de pérdidas- divorcio, violencia de género, carencia de dinero- pero se implica en la vida, es espontánea, utiliza el humor, vive en la realidad, llama a las cosas por su nombre. “Mi marido es alcohólico y compulsivamente infiel, ¡me ha agotado!”.Es ella quien echa en cara a Lewis que se ha rodeado de gente menos capaz que él, de manera que él siempre pueda, gracias a su genio, salir victorioso de toda disputa dialéctica. Para Jack todo se reduce a discursos, le falta integrar su experiencia. Y esto es lo que Joy le reclama: que le hable de su experiencia. Lewis recuerda a Joy ¿cómo era ella? Su pensamiento era ágil, rápido. Ni la pasión ni la ternura ni el dolor, eran capaces de hacerla deprimir.
**Enfermedad y realidad.
Asistiendo al “Festival del Saber” Joy acompaña a Jack a ver sus habitaciones en el Magdalen Collage de Oxford, hace gestos de dolor “¡Estoy agotada!”. A los pocos días la vemos caída en el suelo al intentar responder a una llamada telefónica de Jack, se fractura el fémur derecho. En una de sus conferencias Jack dice: “Ayer una amiga mía estaba perfectamente bien, un minuto después sufría una agonía, y esta mañana le han dicho la enfermedad, cáncer. ¿Por qué? Cuando quieres a alguien quieres sufrir tú sus dolores. ¿Por qué no piensa así Dios?”
Joy afronta el diagnóstico con realismo y hasta con sentido del humor quiere saber la verdad, necesita saberla.
Es esta relación amorosa la que permite a Jack introducirse en el misterio del dolor. Sólo así el aparente sin sentido se transforma en una experiencia de bien. Joy hace que la vida de Jack tenga sentido, y sin embargo es una relación en que la muerte se hace patente en todo instante. Ahora para Jack la realidad se presenta no como algo que se puede controlar, sino como una sorpresa en la que constantemente se encuentra desarmado; un desarme que le hace entrar en la realidad confiado y esperanzado.
Con Joy, por primera vez en su vida, Jack hace la experiencia del sufrimiento en forma personal. La experiencia de la muerte de su madre le hizo buscar la seguridad, y no aceptó el sufrimiento. Ahora el amor por Joy le permite ponerse delante de si y compartir juntos un destino que acaba haciéndose común. Es por tanto la relación amorosa la que permite a Jack introducirse en el misterio del dolor.
Cuando reciben en compañía los resultados de las pruebas médicas, el pronóstico es de meses o de semanas. “Nos conformaremos con lo que dure. Gracias amor mío, ¿por qué?, por todo”.
Es a partir de este momento cuando nos muestran una forma de vivir con enfermedad nos enseñan a no estar centrados en la enfermedad, sino en el vivir esperanzado de cada día. Por eso observamos tan poca presencia médica. Lo que importa es el acontecer diario. Lo que hace feliz la vida de Jack es su amor por Joy. Así le merece la pena pasar por todo sufrimiento. Sólo así puede llegar a ser feliz. Cuesta entender pero es así. Lo que hace posible que el hombre no sucumba ante el mal – y el sufrimiento y el dolor son un mal- es una relación de amor que le sostiene. Por la cual el hombre se ve cambiado. Joy le hace presente en todo momento el bien de su relación, sin pasar por alto la muerte.
Mientras comparten un bello paisaje, Jack afirma que eso es todo lo que puede desear. “No nos amarguemos el tiempo que aún podamos estar juntos” y Joy le responde: “déjame que te lo diga antes de que pare la lluvia: que me voy a morir y también que quiero estar contigo entonces y sólo podré hacerlo si puedo hablar de ello ahora. Puede haber algo mejor, el dolor de entonces es parte de la felicidad de ahora, ese es el trato”.
Joy es la manifestación del realismo, que de nuevo ayuda a Jack a colocarse delante de la realidad de una manera verdadera. Sin olvidarse de ninguno de sus factores, por más que estos puedan ser dolorosos. Por eso dice que el dolor forma parte de la felicidad y no debe censurarlo. Sólo teniendo presente este factor, la relación puede ser más real. Y vale la pena vivir la vida en primera persona, pues el dolor que forma parte de la misma nos pone en la disyuntiva de elegir vivirla o no. Vivimos en tierras de sombras, pero siempre hay luz en la oscuridad.
Jack tiene que decidir, es su libertad la que está comprometida en la respuesta. Observa a sus amigos colegas y los ve refugiarse en su entorno seguro, como él estaba antes. Ahora él afronta con libertad su realidad, compartir su vida con Joy. Solamente el sufrimiento saca a la luz la verdad. Sólo bajo la tortura del sufrimiento podrá el hombre descubrirse así mismo. Los sufrimientos deben tener un sentido. Si son necesarios, es que no existe Dios, o el que hay es malo. Si existe un Dios bienintencionado, será que esos sufrimientos son necesarios. Porque ningún ser medianamente bueno podría infligírselos o permitírselos si hubiera otro remedio. De un modo u otro hay que vivirlo, y con cierta dignidad.
Ante la nueva recaída arreglan la casa, para que Joy pueda estar presente y compartir la actividad diaria. El hijo de Joy, Douglas, le pregunta a Jack: ¿No puedes hacer nada? No hay respuesta.
Se acerca el final. “En estos breves años pasados, Joy y yo festejábamos el amor en cualquiera de sus modalidades: la solemne y alegre, la romántica y realista, tan dramática a veces como una tempestad, otras veces tan confortable y carente de énfasis como cuando te pones unas zapatillas cómodas. No había fisura del corazón ni del cuerpo que quedara insatisfecha. Si Dios fuera un simple sustituto del amor, habríamos perdido todo interés por Él. ¿A quién le importan los sustitutos cuando tiene en las manos la misma cosa? Pero no es eso todo lo que ocurre. Nosotros dos sabíamos que deseábamos algo que estaba por encima del uno y del otro, algo especial y bien diferente. Lo contrario sería como decir que cuando los amantes cuando se tienen el uno al otro, ya en adelante no van a tener nunca ganas de leer, de comer o de respirar”.
La propia Joy cuando se estaba muriendo de cáncer, y perfectamente consciente del hecho, dijo que había perdido gran parte del horror que antes le tenía. Cuando llegó la hora de la verdad, el hombre y la idea estaban ya desactivados en alguna medida.”Es increíble cuánta felicidad y hasta cuanta diversión vivimos a veces juntos, incluso después de que toda esperanza se había desvanecido. Qué largo y tendido, qué serenamente, con cuanto provecho llegamos a hablar aquella última noche, estrechamente unidos. Pero no, no tan unidos. Existe un límite marcado por la “propia carne”. No puedes compartir realmente la debilidad de la otra persona, ni su miedo, ni su dolor...solía recitar una frase “Solo dentro de la soledad”, decía que lo que sentía era algo así...Tiempo, espacio y cuerpo eran los verdaderos hilos que nos unían, los hilos de teléfono a través de los cuales nos comunicábamos, si se corta uno de ellos o los dos al mismo tiempo, para el caso es lo mismo, ¿cómo no va a interrumpirse la comunicación?”.
En la escena que antecede a la muerte Joy sufre. El dolor físico no está bien controlado. “Estoy cansada, quiero descansar pero no quiero dejarte...tienes que dejarme marchar, no creo que pueda, tienes que cuidar a Douglas. Me has hecho muy feliz, eres la mejor persona del mundo”.
Una de las escenas finales más conmovedoras, nos muestra a Douglas y Jack llorando juntos. El niño le reconoce que no cree en el cielo pero añade: sin embargo “me gustaría verla”. El deseo humano más primitivo es el de eternidad. El niño intuye que la muerte no tiene la última palabra sobre la vida del hombre. “Nada hay más contrario a la razón que aceptar que a la persona que amas nunca más la vas a volver a ver, abrazar, besar... sería forzar al hombre a negar su deseo más humano”.
Lewis reconoce “A los niños no puedo hablarles de ella. Las veces que lo he intentado, en sus rostros no asoma dolor, miedo, amor ni compasión, sino embarazo, que es el peor de todos los falsos consejeros. Me miran como si estuviera cometiendo una indecencia. Están deseando que me calle. A mí me pasó lo mismo cuando murió mi madre, cada vez que mi padre la nombraba. No se lo puedo reprochar. Es la manera de ser de los niños. Los niños no quieren explicaciones, quieren presencias”.
C.S. Lewis dejó escrito en “Una pena en observación”, su adaptación al duelo. Sus reflexiones enriquecen el conocimiento de esta fase de la vida.
“La muerte es un tajo en seco al amor...el duelo forma parte integral y universal de la experiencia del amor... No deseamos realmente que la pena se prolongue en su primer estadio de agonía... Lo que pasa es que confundimos el síntoma con la cosa misma. La aflicción no es el truncamiento del amor conyugal sino una de sus fases regulares, como lo es la luna de miel...Hay que aceptar el dolor como algo inherente a esta fase...Pero si nos aclaramos con nosotros mismos, no vamos a estar buscando el dolor por el dolor. Cuanto menos mejor...mejor por cualquier parte que se mire. Porque he descubierto una cosa, el dolor no nos une con los muertos, nos separa de ellos”.
“Sea como sea, mi programa lo tengo bien claro. Volver a ella con alegría las más veces que pueda. Hasta saludarla con una sonrisa. Cuando menos la lloro, más cerca me parece sentirla”.”Un programa admirable. Solo que, desgraciadamente, no se puede cumplir. Esta noche se me ha vuelto a abrir todo el infierno de la herida reciente: las palabras insensatas, el amargo resentimiento, el mariposeo en el estómago, la irrealidad de pesadilla, el baño de lágrimas. Porque en la pena nada se asienta. Está uno saliendo de una fase, pero siempre se repite. Vueltas y revueltas... Dicen que los cobardes mueren muchas veces, eso les pasa a los seres amados. Creí que podría describir una “comarca”, elaborar un mapa de la tristeza. Pero la tristeza no se ha revelado como una comarca sino como un proceso. No es un mapa lo que requiere, es una historia, y si no dejo de escribir esta historia en un momento determinado, por capricho que sea, no habría razón para que dejara de escribir nunca. La pena es como un valle dilatado y sinuoso, que a cada curva puede revelar un paisaje totalmente nuevo… ¿Te diste cuenta en algún momento amor mío, de lo mucho que te llevaste contigo al morir? Me despojaste hasta de mi pasado, hasta de las cosas que nunca compartimos.
Pero aunque ya ahora me voy conociendo demasiado bien como para llamarlos duraderos, existen dos grandes beneficios: mi pensamiento cuando se vuelve hacia Dios, ya no se encuentra con aquella puerta del cerrojo echado. Y cuando se vuelve hacia Joy ya no se encuentra con aquel vacío, con aquel embrollo de mis imágenes mentales sobre ella. Mis notas muestran parte del proceso pero no tanto como yo esperaba. Ella dijo: estoy en paz con Dios y sonrió pero no me sonreía a mí, luego se volvió a la fuente eterna”.
El dolor siempre será un misterio en la vida del hombre. Lewis, no nos ha resuelto el problema del dolor, pero nos ha enseñado un modo de vivirlo, hacerlo en primera persona. Potenciar esta actitud en nuestros pacientes y sus familiares, enriquece nuestra realidad. Dado que sino podemos dar años a la vida sí podemos dar vida a los años.

2 comentarios

  1. Norberto Perez // 22 de julio de 2012, 7:21  

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    Muchas gracias a la espera de su respuesta

  2. Anónimo // 16 de diciembre de 2014, 17:06  

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