En la película que referimos en la nota anterior (El arte como imitación de la vida), hay dos mundos netamente divididos. El de los jóvenes, que encarnan la búsqueda, la pureza, la espontaneidad de la conducta no contaminada por la forma de pensar de los mayores.

Deben enfrentar las primeras experiencias referentes al despertar sexual. Esas dos familias están en un período de severa crisis (que los mayores no pueden ver, ni prever, y por tanto accionar. La acción transcurre en dos días y el clímax dramático lo da una tormenta de hielo que reviste por afuera la crisis interna de los protagonistas. En toda la secuencia de la tormenta de hielo, lo que vemos es a los adolescentes mostrar su sensibilidad, los adultos sólo hacen el ridículo. El ridículo llega a su punto máximo en la secuencia donde los mayores proceden a la ceremonia de los llaveros y el cambio de esposas. Conducta de moda en los años setenta en nuestro país, como los singers a posteriori.

¿Que ocurre con estas personas que se comporta de modo tan patológico, que llega a este tipo de prácticas?. El vacío existencial. No hay nada que les falte, excepto una brújula para su existencia. Como no saben que hacer, ello es seguido de no saber cómo divertirse. Entonces, eligen la sexualidad primitiva del “cambio de parejas”. Cubierta de risas y una seudoalegría que oculta lo que no tienen: una auténtica alegría. Que brota de sentirse plenamente insertado en la vida, con un propósito y una finalidad que le permita comunicarse fluida y sensiblemente con el otro.

He visto esto, y también sus secuelas, que a veces tardan años en detectarse. Estas incluyen hijos con trastornos de conducta, depresiones, con adicciones al alcohol o a la cocaína, desorganización en sus sistemas axiológicos, imposibilidad para insertarse laboralmente etc. En síntesis: vidas tronchadas, que tienen su origen en la incapacidad de los padres.

Las vertientes de la incapacidad

Esa incapacidad tiene varias vertientes, relacionadas entre sí. La analizaremos.
*Primero, un falla comunicacional, que en el film mencionado queda claramente expuesto en secuencias donde aislada y escuetamente (¿para mantener la formalidad?) el padre le pregunta al hijo –torpemente por la falta de práctica- por su desarrollo y su intimidad.
*Segundo, por carencias afectivas. Aquí nuevamente la forma supera al fondo. Preocupaciones por lo que les falta, más no el afecto expresado con calidez y cotidianamente. El afecto por supuesto nace de esa urdimbre afectiva, que es la familia. Los afectos sostienen la red de vínculos y la propia comunicación.
*Tercero, padres con tales comportamientos no son en absoluto buenos modelos. Recordemos que los padres trasfieren a sus hijos modelos de comportamiento. Los cuales llevan incluidos creencias, valores, actitudes, imágenes de mundo etc. De modo que si los padres son modelos ineficientes, inadecuados o francamente enfermos, ello puede ser aprendido a través de la observación por sus hijos.
Por cualquiera de las vías mencionadas (muchas veces reforzadas por amistades malsanas o el propio entorno social), los adolescentes o los niños mayores, llegan a su propio fracaso a través de la inercia, el vagar o el enfermar.

Crisis familiar.

El serio problema de la desorganización y desintegración familiar siempre está vigente. Se entiende por desorganización, una familia en apariencia vigente, pero con roles ausentes en su ejercicio. Tal es lo que se ve en el film tomado como ejemplo.La desorganización a veces puede tener solución a través de lo que se llama terapia familiar. La cual conviene reforzar con la terapia individual del miembro más enfermo.
La desintegración es la ruptura total de los vínculos, sin que los miembros (especialmente los mayores), les importe el reunificar las partes perdidas.
Estas dos formas pueden llegar a su triste final, por crisis (forma súbita) o por lisis (forma lenta), para ambas puede haber factores desencadenantes, por ejemplo la pérdida de uno de los miembros.

El sexo como último refugio.

Ang Lee, ha trabajado casi la mitad del film, mostrando con pequeñas pinceladas (pero vaya calidad!!) las psicologías de estos pobres seres. Los califico así pues uno se pregunta si es así el género humano, realmente cuan poco vale.
Así junto a la tormenta externa, les toca a los protagonistas enfrentarse con la realidad hasta entonces negada. Frío por fuera, vació por dentro. El sexo pasa a ser –para los mayores- la última estación de esta huida. Como el sexo sin amor, no es nada, se quedan en la nada. La modalidad conductual que les queda como mera apariencia de vida es el sexo des-humanizado. Como hemos dicho, donde no impera el código humano, ni el social, resta el imperio de los sentidos. En su forma más primitiva (la sexualidad simple y llana). Es decir (para repetirlo), la nada. Por más que se la invista de ropajes variados, con el tiempo, queda la nada..

Relación filme/realidad.

El grado de percatación de la crisis por parte de los adultos es variable, es muy frecuente que los hijos (tal como pasa en “La tormenta de hielo”), abran los ojos antes que los adultos, dándose cuenta de lo que está sucediendo. Hay una película que tiene muchos puntos de contacto con la que referimos en esta nota, “Gente como uno”, opera prima de Robert Redford. Hay padres que se refieren a ella como dura, otros que les he visto suspender su visión. Les toca sus falencias y conflictos. En “Gente como uno” y en “Días de vino y rosas (dirigida sabiamente por Blake Edwards), hay una madre que abandona su rol. Situación grave que en ambas películas es fruto de la percepción del fracaso en el rol materno. Como profesional he visto bastante frecuentemente, casi en copia lo que muestra la película. Primero el desencuentro conyugal, luego la caída en la promiscuidad sexual ( o en el alcohol, también ambas). Luego suceden problemas psiquiátricos en los hijos ya mencionados. Los padres (a veces) intentan rectificar su conducta. Tarde ya, toman conciencia de la intervención de su desafecto y falta de conducción en el enfermar de sus hijos. Pero rápidamente lo niegan, los ayudan pero tomando distancia de su participación en el fracaso existencial de ellos y –lo que es peor- de sus hijos. Son padres grandes ya, siguen opacos, caricatura de lo que pudieron ser, tal como acontece en el filme. Hay que tener una personalidad sana para evaluar, categorizar y asumir las realidades cambiantes. Pocisicionarse frente a la realidad para analizarla, y decidir responsablemente que hacer. Hacer, no hacer como si….Véase el film, para comprender lo que quiero decir. Por lo cual esta nota viene a ser una suerte de audiovisual. Sólo leyéndola y viendo “La tormenta de hielo”, puede el lector/espectador, tener una experiencia interesante. Ojala. Invito a los lectores para que me escriban dándome su opinión. Serán agradecidas.

“La tormenta de hielo” “The ice storm”, USA, 1997. Dirigida por Ang Lee. Escrita por James Schamus. Casting: Avy Kaufman. Elenco: Kevin Kline, Joan Allen, Sigourney Weaver, Cristina Ricci, Tobey Mcguire, Eliajh Wood y Adam Byrd.

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