Es probable que la mayor parte de los problemas por los que pasamos las personas, y quizá los que más dolorosamente nos marcan, sean precisamente problemas de relación con otras personas.
Algunos quizá poseen una gran capacidad de relación en su vida profesional, y son altamente estimados y respetados en su trabajo, al que dedican todo el tiempo del mundo, pero está muy deteriorada su relación con su mujer o su marido, o con sus hijos.
En muchas empresas y organizaciones, cuando llegamos a conocerlas de cerca, advertimos que los problemas más graves también suelen provenir de dificultades de relación entre sus máximos responsables, o de ellos con el resto de los integrantes de la entidad.
Lo malo es que, tanto en unos casos como en otros, cuando comprueban que se ha deteriorado su relación con otra u otras personas, muchas veces, en vez de esforzarse por mejorarla, buscan refugio en otros ámbitos de su vida, o en otras relaciones, eludiendo así la grave necesidad de reconstruirlas. De este modo, los problemas se cronifican y son cada vez más difíciles de resolver.
Muchos expertos en relaciones humanas han recurrido, a la hora de abordar estas cuestiones, al símil de la cuenta bancaria emocional.
En una cuenta bancaria ingresamos nuestro dinero, y con ello creamos un depósito. Cuando sacamos el dinero de allí, o hacemos cualquier pago a través de esa cuenta, reducimos parte de ese depósito.
Continuando con este símil, todos tenemos abierta una especie de cuenta emocional con cada una de las personas que tratamos. Como se dice en el lenguaje popular “tenemos crédito” o ”damos crédito” a lo que alguien nos dice o hace en su relación con nosotros. En esa cuenta efectuamos ingresos mediante la cordialidad, el trato afable, la honestidad, la lealtad, el cariño, etc. A medida que hacemos ingresos en esa cuenta, aquella persona irá acumulando un mayor depósito en relación a nosotros. Cuando actuamos mal respecto a ella, es como si efectuáramos una salida, y el depósito disminuye. Cuando el nivel de confianza es alto, la comunicación es buena y la relación es grata. Tal como sucede con los bancos.
Pero si adquirimos la mala costumbre de mostrarnos ingratos y desagradables con esa persona, y traicionamos esa confianza, la cuenta irá bajando hasta llegar a un nivel bajo, incluso hasta ponerse “en rojo”. Y si estamos continuamente haciendo equilibrios entre los números negros y los rojos, la relación será tensa y difícil (aquí también sucede como con los bancos); y si estamos habitualmente en números rojos, ya no será simplemente difícil, sino muy difícil.
El problema de muchas empresas e instituciones de todo tipo es que sus miembros funcionan entre ellos precisamente así, con su “cuenta emocional” en números rojos, o al borde de estarlo. En lugar de una buena comunicación, hay una difícil convivencia entre estilos diferentes, o una tensa tolerancia. Y muchas familias, muchos matrimonios, funcionan también ordinariamente así. Y entre muchos compañeros, vecinos o conocidos, hay también una relación de este género. Hostil, defensiva, susceptible. Quizás con el predominio de la desconfianza. La desconfianza genera vigilancia de las actitudes del otro, por lo que la relación no es un campo interpersonal “relajado”, sino “tenso”.
Las buenas relaciones humanas, y sobre todo las más prolongadas (familia, trabajo, amistad, etc.) exigen ingresos continuos en eso que llamamos estado actual de la “cuenta emocional”, porque el desgaste de la vida diaria ya supone siempre un “fluente continuo” de salidas. De merma en la confianza de una o de ambas partes. La relación ya se deterioró. Apliquemos este símil a la relación de unos padres con su hijo. Por ejemplo, si a pesar de que le quiere sinceramente, el trato con un hijo suyo adolescente se reduce en la práctica a periódicas reconvenciones (ordena tu cuarto, has llegado tarde, vístete como una persona normal, córtate el pelo, baja la basura, a ver si ayudas en casa, baja el volumen de la radio, dónde vas con esas pintas, etc.). Más algunas conversaciones insustanciales, unos cuantos consejos (que son ineficaces si son fuera de contexto), y poco más, entonces, es muy probable que la cuenta emocional con su hijo esté en números rojos desde hace tiempo. La credibilidad Vd. la perdió.
En esas circunstancias, si su hijo tiene que tomar una decisión importante, la comunicación con él será tan difícil, y su receptividad tan baja, que toda sabiduría, su experiencia de padre o de madre y el afán de ayudarle servirán en ese caso realmente para poco.
¿Cuál es la solución entonces? Si es ésa la situación, lo más práctico es salir cuanto antes de los números rojos y llegar pronto a niveles de cierta credibilidad y emociones positivas en esa relación.

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