Cualquier expresión artística se basa en la realidad, esto es en la vida. Aún en las más prodigiosas fantasías artísticas, se halla una referencia a ése terreno que nos uno llamado realidad. Por supuesto esto es válido para el cine, el cual como ejemplo temático va a ser centro de esta nota. Pues partiendo de una película notable, voy a extraer algunas conclusiones válidas para el lector, cualquiera sea su edad y sitio de responsabilidad.

El film en una breve sinopsis argumental.

Se trata de “La tormenta de hielo”, película dirigida por el notable cineasta taiwanés Ang Lee. La acción se desarrolla en New Canaan, un pueblo periférico a Nueva York. Su mirada converge hacia dos familias de clase media alta. Los Hood (Benjamin y Helena (padres), Paul y Wendy los hijos. Los Carver (Janey y Jim –los padres- y sus dos hijos varones. En forma de lo que podríamos llamar “distanciamiento crítico”, Lee describe lúcida e implacablemente los estados internos de estos ocho seres. El marco temporal es la época de la “liberación sexual”, coincidiendo con los días de Watergate y la caída de Nixon.

Que hay en ellos –principalmente en los padres- superficialidad, banalidad, inmadurez, vacío de sentimientos, y una totalidad de conducción real sobre los hijos (todos adolescentes). Hay una tremenda incapacidad para observar y observarse autocríticamente, y una atontada huída hacia delante. Denomino así la “pura acción”, ir, simplemente ir. Sin saber adonde, qué se hace o para qué se lo hace. Ni qué hablar de metas elegidas o comprometidas.

Hallan, los personajes mayores, en el sexo (ejerciéndolo amoral e irresponsablemente), una insatisfacción que los lleva a una mayor desorientación axiológica y teleológica (valores y metas). Por su parte los adolescentes andan solos, sin guía (sólo existe la aparente), van a la deriva. Mientras deben enfrentar las primeras experiencias referentes al despertar sexual. La dos familias están en un período de severa crisis (que los mayores no pueden ver, ni prever, y por tanto accionar (esto lo desarrollaré más adelante). La acción transcurre en dos días y el clímax dramático lo da una tormenta de hielo que reviste por afuera la crisis interna de los protagonistas. Esta es la parte más interesante del film (lo que evidencia la pericia de Lee para manejar los tiempos), mientras los adolescentes muestran su sensibilidad, los adultos sólo hacen el ridículo. Este contraste no está groseramente remarcado. No, el director deja que el espectador saque sus propias conclusiones. Su “primer plano mental” sigue el relato, pero su “segundo plano” mental acusa recibo, siente y valora lo que ve. Lee, para ello ha trabajado casi la mitad del film, mostrando con pequeñas pinceladas (pero vaya calidad!!) las psicologías de estos pobres seres. Los califico así pues uno se pregunta si es así el género humano, realmente cuan poco vale.

El relato está a cargo de Paul –el hijo mayor de los Hood- que apoyándose en la lectura de un cómic hace relato “en off” de la historia que referimos. Así junto a la tormenta externa, les toca a los protagonistas enfrentarse con la realidad hasta entonces negada. Frío por fuera, vació por dentro. El sexo pasa a ser –para los mayores- la última estación de esta huida. Como el sexo sin amor, no es nada, se quedan en la nada. No hay repuesta e inserción en un código social, por tanto se manejen en los niveles biológicos más primitivos (la sexualidad deshumanizada).

Relación filme/realidad.

Las familias y los matrimonios tienen su desgraciado final (especialmente para los hijos), por dos vías: crisis (en forma rápida) o lisis (forma lenta, crónica). El grado de percatación de los adultos es variable, es muy frecuente que los hijos (tal como pasa en “La tormenta de hielo”), abran los ojos antes que los adultos, dándose cuenta de lo que está sucediendo. Hay una película que tiene muchos puntos de contacto con la que referimos en esta nota, “Gente como uno”, opera prima de Robert Redford. Hay padres que se refieren a ella como dura, otros que les he visto suspender su visión. Les toca sus falencias y conflictos. En “Gente como uno” y en “Días de vino y rosas (dirigida sabiamente por Blake Edwards), hay una madre que abandona su rol. Situación grave que en ambas películas es fruto de la percepción del fracaso en el rol materno.

Como profesional he visto bastante frecuentemente, casi en copia lo que muestra la película. Primero el desencuentro conyugal, luego la caída en la promiscuidad sexual ( o en el alcohol, también ambas). Luego suceden problemas psiquiátricos en los hijos ( a la corta o a la larga): depresiones, adicciones, intentos de suicidio, trastornos de personalidad. Los padres (a veces) intentan rectificar su conducta.Tarde ya toman conciencia de la intervención de su desafecto y falta de conducción en el enfermar de sus hijos. Pero rápidamente lo niegan, los ayudan pero tomando distancia de su participación en el fracaso existencial de ellos y –lo que es peor- de sus hijos. Son padres grandes ya, siguen opacos, caricatura de lo que pudieron ser, tal como acontece en el filme. Hay que tener una personalidad sana para evaluar, categorizar y asumir las realidades cambiantes. Pocisicionarse frente a la realidad para analizarla, y decidir responsablemente que hacer. Hacer, no hacer como si….Véase el film, para comprender lo que quiero decir.
Por lo cual esta nota viene a ser una suerte de audiovisual. Sólo leyéndola y viendo “La tormenta de hielo”, puede el lector/espectador, tener una experiencia interesante. Ojalá. Invito a los lectores para que me escriban dándome su opinión. Serán agradecidas.

“La tormenta de hielo” “The ice storm”, USA, 1997. Dirigida por Ang Lee. Escrita por James Schamus. Casting: Avy Kaufman. Elenco: Kevin Kline, Joan Allen, Sigourney Weaver, Cristina Ricci, Tobey Mcguire, Eliajh Wood y Adam Byrd.

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