En nuestra vida personal o en nuestra actividad laboral muchas veces nos encontramos con obstáculos invisibles, impedimentos que nos imposibilitan avanzar, situaciones que se nos tornan conflictivas y no comprender sus orígenes.
Actividades que a otros les resultan relativamente sencillas se nos presentan como imposibles de realizar, acciones que no muestran mayor complejidad se transforman en quiméricas. Es como si estuviéramos subiendo por una escalera y de pronto nos encontráramos con algo que nos bloquea nuestro ascenso. No logramos ver qué es, pero sabemos que nos obstruye el camino. Hacemos esfuerzos para evadirlo, pero todo es en vano. Queremos hacer algo diferente, pero no sabemos qué. Es como un “límite invisible”, algo que nos resulta imposible de ver pero que cada vez que queremos seguir avanzando chocamos nuestra cabeza contra ello.
Esto no es algo que eventualmente le acontezca a alguna persona, sino que nos sucede a todos y reiteradas veces a lo largo de nuestra vida. A este fenómeno, que expresa los límites que tenemos los seres humanos en nuestra capacidad de acción y aprendizaje, se lo denomina el principio del carácter no lineal del comportamiento humano. El cual sostiene que los seres humanos no pueden incrementar lineal e indefinidamente su capacidad de acción. No pueden aprender linealmente cualquier cosa que se propongan. Tanto en su capacidad de acción, como en su capacidad para aprender, encuentran límites De este modo se enfrentan con obstáculos que les impide alcanzar determinados resultados. La capacidad de acción y de aprendizaje no es continua ni homogénea, ni siempre posible.
Vale aclarar que no nos estamos refiriendo a las circunstancias donde el límite de nuestra capacidad de acción o aprendizaje está determinado por características biológicas o de los propios rasgos de personalidad. Está claro para la mayoría de nosotros que, por más que nos capacitemos y entrenemos el resto de nuestras vidas, jamás llegaremos a los niveles artísticos, o deportivos, o científicos de personas famosas. Nos referimos a tareas que están al alcance de nuestras posibilidades y que por distintos motivos no logramos realizar con efectividad.
En estos momentos, la alternativa para avanzar en nuestro camino de desarrollo puede implicar pedir ayuda. La figura que emerge en estos casos como la más idónea e indicada para asistir estos procesos de aprendizaje y cambio, es la del coach.
Quien es el Coach
El coach es una persona entrenada para detectar estas áreas de dificultad, estos obstáculos o barreras, que traban nuestro crecimiento. Que también dificultan nuestro desempeño. Su rol es acompañar y facilitar el desarrollo de las potencialidades de las personas, ayudando a superar los obstáculos (externos e internos) que limitan su rendimiento y dificultan la concreción de sus objetivos.

El coaching es un proceso ordenado y planificado, que facilita el aprendizaje y promueve cambios cognitivos, emocionales y conductuales que amplían nuestro repertorio comportamental, en función de la obtención de las metas propuestas. Se trata de una disciplina emergente que trabaja en la facilitación de los procesos de desarrollo de las personas: en la evolución profesional, en los tránsitos de la carrera laboral, en el logro de objetivos, en la resolución de obstáculos para el crecimiento personal y en la búsqueda del mejoramiento de los niveles de rendimiento (personal y laboral). En ámbitos organizacionales, el coaching se afianza como una poderosa herramienta que potencia el liderazgo. También posibilita el desempeño y acompaña procesos de capacitación y entrenamiento a los efectos de facilitar la efectiva adquisición de los recursos personales.
El coaching puede ser ejercido desde distintas concepciones y desde diversos marcos conceptuales. Por ejemplo, la tendencia de mayor vigencia en EEUU asemeja el coaching al entrenamiento personal. Más allá de los pros y los contras de cada uno de los distintos enfoques, vamos en esta nota a resumir el modelo basado en el aprendizaje transformacional. Este enfoque del coaching reconoce su basamento teórico en la denominada “Ontología del Lenguaje”.
El ayudar y el aprender
El coaching está focalizado en "ayudar a aprender", que es un proceso diferente al enseñar. El coach no es alguien que le diga al consultante qué es lo que tiene que hacer. Su tarea no es juzgar, ni dar consejos. El coach no actúa por el entrenado. No indica soluciones, no señala un camino para la acción. Ni impone su personal modo de pensar. Colabora con “pequeños y sutiles movimientos, como los del partero” a que salga lo que está latente en la persona asesorada. Dando las herramientas necesarias, para que el consultante pueda analizar y rever las variadas interpretaciones que puede hacer sobre la situación-problema.
El rol del coach es hacer preguntas que estimulen a reflexionar. A replantearse los propios supuestos, a reevaluar críticamente su propio accionar, a poner en análisis las creencias, a “suspender transitoriamente” sus certezas y a poner bajo signo de pregunta, lo que se considera ya indudable. El trabajo del coach se sustenta más en los signos de interrogación que en cualquier otro signo. Su misión es hacer que cada persona alcance sus propias comprensiones, se les caigan sus propias “fichas”. Para vivir con más conciencia y autenticidad y lograr desplegar su potencialidad en la obtención de sus metas personales.
En este sentido el coaching posee una gran semejanza con el concepto de la Mayéutica acuñado por Sócrates, quien afirmaba que “No puedo enseñarle nada a nadie, sólo puedo hacerlos pensar” y por lo tanto él, como gran maestro, conducía el camino del aprendizaje a través de las preguntas, dejando que sus discípulos o interlocutores fuesen encontrando sus propias respuestas y soluciones a los problemas planteados.
Sócrates denominó Mayéutica a esta metodología de indagación, que quiere decir “arte de las parteras”. Utilizó esta metáfora para señalar la profundidad de esta práctica de indagación, tal cual la concebía. Sostenía que él ejercía un arte parecido al de su madre, Fenáreta, que era comadrona (partera). Decía que las comadronas eran parteras de cuerpos, que ayudaban a dar a luz. Mientras que él era un partero de almas, que ayudaba a encontrar las respuestas, pero no sin darlas. Tal trabajo y responsabilidad correspondía al asesorado.
Este método de indagación a través del cual guiaba a las personas a buscar nuevos sentidos y a reflexionar sobre distintas situaciones buscando otros puntos de vista, es lo más parecido a la concepción actual del coaching. Una frase de Sócrates define con claridad este proceso: “Yo nada sé y soy estéril, pero puedo servirte de partera y por eso hago encantamientos para que des a luz tu idea”.
El coaching se sustenta en el principio de la autonomía de la persona. Plantea que el consultante asuma plena responsabilidad por sus acciones y por los resultados obtenidos. El coach es un “facilitador” del proceso de aprendizaje y cambio que conduzca al individuo a poder actuar con la eficacia necesaria para conseguir las metas con las que está comprometido a alcanzar y que no está logrando, por diversos bloqueos o situaciones críticas.
El coach puede mostrar posibilidades que no están siendo consideradas, sugerir interpretaciones o plantear rumbos de acción, pero nunca indica lo que “debe” hacerse. Ello recae en el poder de elección y acción del asesorado. La terapeuta norteamericana Virginia Satir lo dice así: "Nadie puede convencer a otro de que cambie. Cada uno de nosotros custodia una puerta del cambio que sólo puede abrirse desde adentro. No podemos abrir la puerta de otro, ni con argumentos ni con apelaciones emocionales."
Desde la óptica del Aprendizaje Transformacional, no hay problemas a resolver "allí fuera", independientes de cómo pensamos y sentimos. La forma en que como vemos el problema es parte del problema. Es por esto que la interpretación que sustentamos sobre una situación y la emocionalidad que la misma nos genera, son los aspectos centrales que debemos abordar para poder accionar con efectividad. La interpretación personal de los hechos, es más importante que los hechos mirados “objetivamente”. Tan es así, que hay circunstancias en las que no se trata de “resolver” el problema, sino de “disolver” el problema. Son los casos en los que al cambiar nuestra perspectiva de observación, al modificar nuestra interpretación de los hechos, la situación ya no se nos presenta como tan problemática. Al tener una mente flexible y poder acceder a la realidad desde “múltiples perspectivas”, surgen nuevas posibilidades para la acción fecunda. Lo apuntado nos permite vislumbrar posibilidades u oportunidades que hasta el momento nos resultaban imposibles.
Las conversaciones de coaching están orientadas a lograr un desplazamiento en las observaciones y explicaciones que poseemos sobre nosotros mismos y sobre los demás, sobre el entorno y las circunstancias. También sobre lo que juzgamos como posible o imposible, sobre lo que valoramos como amenaza u oportunidad. Las categorías básicas del humano: eficiencia/ineficiencia y amenaza/inocuidad. Si nos sentimos eficientes, avanzamos. Si el panorama externo es inocuo, también. A muchos seres humanos no les gusta el arriesgarse. Prefieren la seguridad tranquila de la fortaleza de turno.
El coach conduce a que el consultante pueda separar el fenómeno de su interpretación, es decir, del buscar infinitas explicaciones para todo. Las experiencias remiten a las cosas que nos pasan en la vida y sobre ellas elaboramos hipótesis, hacemos interpretaciones y armamos nuestras propias historias. Estas narrativas personales asignan sentido a lo que acontece. Es este significado asignado, el que nos abre o cierra posibilidades. El problema no es que las historias que nos “armamos y nos contamos a nosotros mismos” sean verdaderas o falsas. Lo importante es que la carga interpretativa va asociada a un nivel emocional. Esta “carga emocional” el lo que nos restringe nuestro comportamiento.
El proceso del coaching procura que el asesorado, pueda distinguir entre los hechos comprobables y la opinión que se pueda haber armado sobre los mismos. Que pueda revisar las bases y la validez de los juicios elaborados. Reconociendo cuáles son las creencias, valores y supuestos implícitos que dan origen a su estructura interpretativa.
Recordando que elaboramos interpretaciones cada vez más aproximadas a la realidad. Una realidad que en su complejidad, las más de las veces resulta inabarcable.
Acceder a un punto de vista nuevo o realizar un reencuadre de las propias interpretaciones, posibilita “captar” los acontecimientos desde otra perspectiva. Logrando el fenómeno de la comprensión. Esta apertura de nuevos horizontes de sentido es la que permite ampliar la capacidad de acción y alcanzar un cambio significativo en los resultados.
En el coaching también se trabaja con los estados emocionales, como co-ocurrentes con la acción. El coach acompaña el manejar la tensión emocional, a controlar la ansiedad e incertidumbre de proceso de crecimiento y cambio. Busca crear otras tonalidades emocionales, aptas para enfrentar los desafíos del progreso personal (ver las notas a este respecto publicadas en CIUDADANO). A la vez que hace notar debidamente, al asesorado, de las características de su propio proceso de aprendizaje. Todo lo apuntado, está sostenido en la búsqueda de la autonomía y autogestión del asesorado. Para que sea propio constructor de su imagen de mundo y diseñador de su trayecto personal. Obtenido el progreso personal, disminuyen las dudas, mientras aumentan las certezas. El accionar se hace desde una plena coherencia interior. Y se logra la confianza en sí mismo y en la propia vida.

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